Cuando una sesión termina con la pequeña Águeda cantando “La mujer de Verde” de Izal, pues yo ya… me doy por super contenta. Esta fue una sesión de esas que siento… ¡gracias por poder hacer este trabajo!
No era la primera vez que hacía fotos a esta familia, me gusta repetir, la verdad, esa confianza ya ganada y predisposición a jugar, lo son todo para que una sesión sea real. Y de eso se trata la fotografía, de capturar cada realidad.
Sí sí sí, también tengo esa foto con los cuatro mirando a cámara, de esas que van directas al marco de fotos para la yaya ❤️. Pero… ¿y las otras? Las de risas, de los pelos por la cara, los abrazos espontáneos, de babas y de lloros. Esas son las que me gustan, las que cuentan la verdadera historia, las que son naturales, verdaderas, las que muestran como es cada familia.
Fotografiar niños y familias no se trata de crear solo imágenes “perfectas”, sino de transmitir algo auténtico, una emoción, un recuerdo que va más allá de la foto. Se trata poder quedarnos con esos momentos espontáneos, donde los niños son ellos mismos y la conexión familiar se muestra tal cual es.
Cada sesión es única, como cada familia. Y aunque soy consciente de que la foto perfecta siempre tendrá su lugar, y siempre la voy a hacer (todo por la yaya!) para mí, las mejores imágenes son las que reflejan la vida tal cual es: auténtica y llena de emoción.